lunes, 7 de enero de 2008

TU PRIMER CLÁSICO CON UN TOQUE DE COLOR


Carlos Pardo escribe acerca de la edición ilustrada de textos clásicos en el diario Público.

¿Cuál es la edad adecuada para descubrir los versos del
maldito Baudelaire, himnos a la carroña y los venenos? ¿Puede un niño salir indemne del infierno dantesco? ¿Comprende un adolescente el humor negro de Max Aub, o la atracción del mal de Conrad? Nunca es demasiado pronto para leer un libro, nos dicen varias apuestas editoriales empeñadas en desmentir los tópicos que asocian a los más jóvenes con la fobia a lo escrito. Hay varios antecedentes: la editorial valenciana Media Vaca reunió a más de 30 ilustradores para la edición de los Crímenes ejemplares de Max Aub. Antes había editado una preciosa edición de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna con dibujos de César Fernández Arias. Y Pelo de zanahoria, de Jules Renard, ilustrado por Gabriela Rubio o Los niños tontos,
de Ana María Matute, por Javier Olivares.

Lector de calidad

Truculencia, humor, viveza, los lectores primerizos quizá son los más apropiados para unas
obras, las de más calidad y menos tópicas, que ya mayores no tendremos tiempo de leer. La editorial Nórdica comenzó hace dos años un experimento: obras maestras nada convencionales, al margen del canon bienpensante, ilustradas por artistas afines al texto y con un perfil del lector de edad indeterminada. El primer título, Lenz, de George Büchner. Esta cumbre de la literatura alemana de todos los tiempos, escrita por un joven de veintipocos, se adelantó un siglo al expresionismo, a Kafka y a Robert Walser, y nos introdujo en la locura creativa del personaje, en una novela de aprendizaje al revés que acompaña, en esta edición, el ilustrador austríaco Alfred Hrdlicka.

El resto del catálogo sigue la apuesta: El festín de Babette, de Isak Dinessen, ilustrado por Noemí Villamuza. Sebald, con dibujos de Jan Peter Tripp; Bartleby el escribiente, con Javier Zabala o Las flores del mal, de Baudelaire... Quién mejor que un adolescente puede reconocerse en estas historias que esquivan cualquier cursilería.

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