martes, 10 de junio de 2008

RESEÑA DE LA CAÍDA DEL REY EN EL CULTURAL

Reseña de Rafael Narbona en El Cultural

Dinamarca es un país incapaz de mantener una ambición duradera. Pese a su hegemonía en el Báltico y a una monarquía casi tan antigua como la japonesa, la vacilación está profundamente enraizada en la identidad nacional. Premio Nobel en 1944, Johannes V. Jensen (Jutlandia, 1873-Copenhague, 1950) afirmaba que Shakespeare no obró al azar cuando escogió el reino de Dinamarca para ambientar la tragedia de Hamlet. Jensen elaboró sus Poesías (1906) inspirándose en Walt Whitman, pues entendía que el origen de una nación sólo puede reconstruirse mediante el mito. Su objetivo no era establecer la verdad histórica, sino la verdad esencial de un pueblo con el impulso necesario para constituir la Unión de Kalmar, un pequeño imperio compuesto por los tres reinos nórdicos (Dinamarca, Suecia y Noruega), pero sin esa confianza en sí mismo que caracteriza a las grandes civilizaciones. Para Jensen, Dinamarca es una combinación de valor y apatía, dos rasgos que no pueden coexistir sin desembocar en la decadencia.

Esta interpretación del carácter nacional se plasma en La caída del rey, un relato que oscila entre lo épico y lo decadente. Christian II, rey de Dinamarca y cuñado de Carlos V, actúa con el realismo político de César Borgia. Su guía de gobierno no es la Educación del Príncipe cristiano, de Erasmo, sino El Príncipe, de Maquiavelo. Es el último rey danés que sometió Suecia y Noruega, pero su crueldad precipitó su caída. Apodado Christian el Tirano, perdió el trono y murió en el exilio. Jensen recrea su peripecia por medio de Mikkel Thogersen. Christian II es pura voluntad, un espíritu lleno de determinación que no cree en el destino, sino en la fuerza del espíritu. La derrota sólo es definitiva cuando la muerte impide empezar de nuevo.

Identificado con el “nuevo realismo” del “grupo jutlandés”, Jensen escribe con una prosa desnuda, de fibra épica, pero sin excesos retóricos; lírica en la descripción del paisaje e introspectiva en su estudio de la condición humana. La caída del rey es una novela histórica, que rebasa las limitaciones del género. Al igual que en las novelas del irlandés Liam O’Flaherty, la historia de una nación adquiere la vitalidad de los Arquetipos. Sin falsificar la realidad, consigue transformar los hechos en figuras intemporales, con la intensidad necesaria para trascender lo particular. En La caída del rey, la ambición, la malicia, la ebriedad del poder, la esperanza, el desencanto, la dignidad en el exilio, no son aspectos del devenir de Dinamarca, sino experiencias universales, que conciernen a todos los países y épocas. La fidelidad de Mikkel Thogersen a Christian II se convertirá en desengaño, revelando una vez más que los sueños imperiales sólo causan la desgracia de los pueblos. No es una mala lección para los tiempos que corren.

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