martes, 30 de septiembre de 2008

BLANCA ORTIZ: PREMIO DANÉS DE TRADUCCIÓN 2008


El Comité Literario del Consejo de las Artes de Dinamarca otorga el Premio Danés de Traducción a la traductora española
BLANCA ORTIZ OSTALÉ.

Este año se hace entrega del Premio Danés de Literatura por quinta vez. El Premio se concede a un traductor o a una editorial que haya realizado una sólida contribución a la difusión de la literatura danesa más allá de las fronteras de Dinamarca.
En 2008, el Premio se concede a España, en concreto a la traductora española Blanca Ortiz Ostalé. Ella ha traducido a autores clásicos daneses como Hans Christian Andersen, Henrik Pontoppidan y Johannes V. Jensen; ha traducido también textos teatrales y guiones de cine, así como literatura danesa actual de, entre otros autores, Christina Hesselholdt, Ida Jessen y Christian Jungersen.
No sólo a través de sus traducciones de gran calidad, sino también como docente, Blanca Ortiz Ostalé realiza una importante labor como mediadora de la lengua, la cultura y la literatura danesa en España.
El Premio Danés de Traducción será entregado por el Ministro de Cultura de España, Sr. D. César Antonio Molina, en LIBER en Barcelona el próximo 8 de octubre de 2008 en el acto de Entrega de los Premios del Ministerio de Cultura a los Libros Mejor Editados, Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles y Mejores Encuadernaciones Artísticas.

El Premio Danés de Traducción, que asciende a 15.000 €, fue creado por el Comité Literario del Consejo de las Artes de Dinamarca en 2004. Anteriormente, el Premio ha sido concedido a Gisela Perlet (2004, lengua alemana) y Gerard Kruisman (2005, lengua holandesa). En 2006, el Comité Literario del Consejo de las Artes de Dinamarca decidió conceder un premio extraordinario al traductor checo Frantisek Frölich. En 2007 el Premio fue concedido al editor y traductor estadounidense Alexander Taylor (lengua inglesa).

Copenhague, septiembre 2008

lunes, 15 de septiembre de 2008

NOVEDAD: EL SOBRINO DE RAMEAU

Denis Diderot: El sobrino de Rameau (Traducción de Ana María Patrón) / Angélica Liddell: Perro muerto en tintorería

Angélica Liddell
Premio Valle-Inclán de Teatro 2008

Publicamos juntas estas dos obras porque comparten el mismo espíritu: el análisis y la crítica de la sociedad de su tiempo con el bufón como personaje central. La primera, El sobrino de Rameau, es la obra más importante de Diderot que escribió durante veinte años y que no publicó en vida. Schiller la descubrió y Goethe, entusiasmado con la obra, decidió traducirla al alemán. A través del diálogo que se establece entre el filósofo y el sobrino del músico, Diderot realiza un demoledor ataque a la corrupción social de la Francia del siglo xviii previa a la Revolución así como de la cobardía de quienes criticaban a los creadores de la Enciclopedia.
Perro muerto en tintorería es un potentísimo texto dramático de Angélica Liddell (autora, directora y actriz) que, con El sobrino de Rameau de fondo, plantea los problemas derivados de un hipotético mundo futuro en el que la única posibilidad que queda para vivir como una persona con todos sus sentimientos es la autodestrucción. Angélica Liddell señala: «De la filosofía me interesa que se plantean cuestiones amorales para alcanzar conclusiones morales [...] He intentado ser muy radical para generar un auténtico conflicto en el espectador».

jueves, 4 de septiembre de 2008

RESEÑA EN EL CULTURAL

Reseña de La boca pobre en el suplemento El Cultural de El Mundo, por Rafael Narbona

Más que un país, Irlanda es una pasión, asociada a la rebeldía nacionalista, las filigranas pugilísticas, las borracheras al límite del delirium tremens y una picaresca necesaria para sobrevivir al hambre y el desempleo. Flann O’Brien (Strabane, 1911 - Dublín, 1966), seudónimo de Brian O’Nuallain, escribió en gaélico su segunda novela, La boca pobre (1941). El título es una expresión popular que refleja la tendencia a insistir en la propia miseria para estimular la solidaridad ajena. Lejos del fervor patriótico, O’ Brien ironiza sobre la conciencia de un pueblo orgulloso de sus raíces (“Nunca habrá nadie como nosotros”), pero que cultiva la autocompasión. Mezclando el lenguaje arcaico y el contemporáneo, reemplaza la figura idealizada del campesino irlandés por otra menos complaciente. Entre el oportunismo y la impostura, el narrador evoca su vida al filo de la muerte, con el propósito de legar un testimonio sobre una lengua y una cultura maltratadas por la historia.

Desde el nacimiento, las calamidades se abaten sobre James O’Donnell, versión anglófila de Bonaparte, hijo de Miguel Ángel, hijo de Peadar y un largo etcétera que caricaturiza los interminables linajes de la Irlanda rural. Bonaparte crecerá rodeado de cerdos y gallinas, soportando la pestilencia y el hacinamiento de una de esas casas ruinosas situadas al borde un paisaje, donde se encuentran –como en la fábula platónica– la Belleza y la Necesidad. Sólo es real la miseria, pues hay miles de casas que presumen de un enclave semejante. La memoria del narrador sólo recoge estereotipos. La visión paródica inspira todo el relato. Los irlandeses no saben contar historias, pues siempre aplazan los hechos para un futuro que jamás acontece. “Ya lo contaré más adelante”. La promesa siempre queda incumplida, no por mala voluntad, sino por una incontrolable inclinación hacia el desorden.

La peripecia de James O’Donnell muestra una innegable analogía con la sucesión de infortunios de los personajes de la picaresca española. Las desgracias parecen responder a un destino, pero en realidad todo es fruto del azar: “si se tira una piedra no se sabe con antelación donde caerá”. O’Brien no respeta nada. Las sociedades creadas para estudiar el gaélico realizan grabaciones ininteligibles, seleccionando como interlocutores a un cerdo y a un viejo borracho. La aspereza con el propio idioma recuerda la ira de Unamuno al enjuiciar el euskera. No hay más indulgencia con la mitología tradicional: la silueta del Gato de Mar, terrorífica bestia legendaria, coincide con la de Irlanda sobre el mapa.

La boca pobre es una pieza satírica que reúne todas las cualidades del género: crueldad, irreverencia, ingenio, retruécanos intraducibles (conviene recordar la excelente traducción del gaélico original), una prosa afilada, reticente a divagaciones poéticas o elucubraciones filosóficas. Una lectura altamente recomendable para los que aún sucumben a la tentación del nacionalismo, atribuyendo al idioma y al mito cualidades sobrenaturales. No es una casualidad que uno de los expertos en gaélico viaje a Berlín para mostrar sus grabaciones. Sin embargo, no siempre se cumple lo que nos dice Aristóteles al inicio de la Ética a Nicómaco: “La amistad es hermosa, pero es más hermosa la verdad”. En el caso de Irlanda, el espíritu demoledor de O’Brien se enfrenta a la poesía de John Ford, que en Un hombre tranquilo (1952) nos regaló algo a lo que es difícil renunciar: el ensueño de un país arcaico, apasionado e irracional. Los formidables puñetazos de John Wayne y Victor McLagen representan esa clase de mentira sin la que el ser humano no puede respirar. O’Brien se identificaba con el sentido común protestante. Tal vez no era un verdadero irlandés.

Rafael NARBONA

miércoles, 3 de septiembre de 2008

DÍA DE SUECIA


Hoy se celebra en la Expo de Zaragoza el día de Suecia. Con motivo de este acontecimiento estamos presentando el libro Agua y otros cuentos del escritor sueco Torgny Lindgren.

Además, hemos reeditado otro libro de este magnífico autor, Betsabé (Premio Fémina Étranger).