martes, 15 de enero de 2008

LA HORA DE LA GRACIA

Artículo de Alejandro Gándara en su blog El escorpión sobre Isak Dinesen y El festín de Babette.

15 de enero.- No sé si algunos alcanzarán sus cinco minutos de fama, pero lo que a todos se nos da, si prestamos atención, es un momento de gracia, de plenitud, en el que los jirones y descosidos de esta vida se zurcen de pronto y nuestros dioses nos bendicen. Eso es lo que cuenta Isak Dinesen en 'El festín de Babette' (Nórdica Libros, traducción de Francisco Torres Oliver e ilustraciones de Noemí Villamuza), un cuento largo, límpido y terso, resplandeciente como la gracia misma.

Traspasados por distintos horrores, impotencias, engaños y equivocaciones, que han hecho de su vida un viaje apesadumbrado, los protagonistas de esta narración son rescatados y enaltecidos por un simple aunque perfecto banquete. Pero no es tanto la comida en sí, el excelente vino, como la concentración de cada uno en ese instante único, que se sabe será irrepetible. Puede que si a todos los instantes les prestáramos nuestra mejor atención, la tristeza y la desesperanza serían otra cosa, tal vez, nada.

La experiencia que cuenta Dinesen recuerda a aquella otra de C. S. Lewis: "El cielo resolverá nuestros problemas, pero no creo que lo haga a base de mostrarnos sutiles reconciliaciones entre todas nuestras ideas aparentemente contradictorias. No quedará piedra sobre piedra de ninguna de nuestras nociones. Nos daremos cuenta de que no existió nunca ningún problema. Y más de una vez tendremos aquella impresión que no logro describir más que como una risa sofocada en la oscuridad. La sensación de que una simplicidad apabullante y desintegradora es la verdadera respuesta".

Esa apabullante y desintegradora simplicidad no puede ser otra que la del instante mismo, arrebatado de las perversiones y tramas del tiempo, fijado por nuestra consciencia, atendido con toda nuestra alma.

"El hombre, amigos míos –dijo el general Loewenhielm-, es frágil y estúpido. Se nos ha dicho que la gracia hay que encontrarla en el universo. Pero en nuestra miopía y estupidez humanas, imaginamos que la gracia divina es limitada. Por esa razón temblamos… Temblamos antes de hacer nuestra elección en la vida; y después de haberla hecho, seguimos temblando por temor a haber elegido mal. Pero llega el momento en que se abren nuestros ojos, y vemos y comprendemos que la gracia es infinita. La gracia, amigos míos, no exige nada de nosotros, sino que la esperamos con confianza y la reconocemos con gratitud. La gracia, hermanos, no impone condiciones y no distingue a ninguno de nosotros en particular; la gracia nos acoge a todos en su pecho y proclama la amnistía general. ¡Mirad! Aquello que hemos elegido se nos da; y aquello que hemos rechazado se nos concede también y al mismo tiempo. Sí, aquello que rechazamos es derramado sobre nosotros en abundancia. ¡Pues se han abrazado la misericordia y la verdad, y la rectitud y la dicha se han besado mutuamente!".

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