martes, 12 de febrero de 2008

PREMIOS NOBEL PUBLICADOS POR NÓRDICA LIBROS (II)

Reseña de Cósima, por Milagros Frías en Leer

LA VIDA EN UN PARENTESIS

Si ponemos el nombre de la autora y el parentesis biográfico de rigor (Nuoro, Cerdena, 1871-Roma, 1936), y añadimos que en 1926 recibió el Premio Nobel, gran parte de su obra literaria queda sintetizada y se explica que al escribir esta biografía novelada la autora optara por una concisión a años luz de lo que ahora entendemos por autoficción, a miles de galaxias de lo que en la actualidad constituyen los millones de blogs que reseñan existencias insustanciales.
157 páginas bastan para destilar su infancia, adolescencia y juventud restringidas por el lugar en el que nace, por la sociedad de la época que niega a la mujer el derecho a la educación a partir de los diez anos y por un patriarcado cerril que literalmente confina a las mujeres entre las cuatro paredes de la casa. Que en este caldo de cultivo y en el seno de una familia campesina acomodada, pero no burguesa ni rica, abunden los sin sabores no es de extrañar. Así, la niña y joven que fue Grazia repasa los hitos que trajeron dolor y pesar a los suyos y a ella misma, y reconoce que conforma el caudal de su inspiración: muerte del padre, alcoholismo del hermano mayor, amargura de la madre, escasez de pretendientes adecuados, desengaños amorosos propiciados par el afán de encontrarlos a toda costa y una maledicencia tan arraigada como atávica que convierte alas mujeres en víctimas y verdugos.
Deledda, inteligente y ambiciosa, tuvo el coraje de sobreponerse a este punto de partida nefasto y perseverar en la escritura que tan mala fama le proporcionaba. Para ello se convirtió en una observadora cuidadosa, en una atenta oyente de leyendas y fábulas que los criados contaban a la luz de la lumbre, y en una lectora pertinaz de la biblioteca reunida por su hermano Santus en su etapa universitaria. Al hacerlo no sólo consiguió salirse de la rutina que tanto la apesadumbraba, sino que alcanzó esa universalidad que encumbra lo particular a la categoría de literatura y sin la cual nunca hubiera conseguido superar la falta de horizontes, mucho menos obtener el preciado galardón.

En su producción, a pesar de estos condicionantes, son reconocibles las mimbres de otras obras literarias que trascendieron: para empezar la pertenencia al terruño que circunscribe las almas a los límites terrenales del mismo y que para una mujer son casi imposibles de sortear, como en la novela Kristin Lavransdatter, de la también Nobel Sigrid Undset; el luto y la castración de lo femenino, como en Bernarda Alba; la espiritualidad rayana en el panteísmo que dirige la mirada de Cósima, como la de Mrs. Moore en Pasaje a la India de E.M. Forster; los conflictos de conciencia de la joven aspirante a escritora, los de su madre por los hijos que no acaban de cumplir sus expectativas o las del hermano alcohólico tienen idéntica efervescencia que la producida en los personajes de Bergman por ese maridaje, más que típico maldita, del remordimiento de culpa difusa y la expiación como un castigo auto infligido.
Es esta una novela naturalista que sublima el paisaje can una honda exaltación que se hace extensiva a la deidad. Cósima tiene algo de la fuerza telúrica de Cumbres borrascosas apaciguada por el clima de Cerdeña, mucho más amable que el británico. La escritura se ciñe a la esencia humana, y ello Ie proporciona una hondura que nace de la sensibilidad y la emparenta con esa sensación de silencio atronador que traen al mundanal ruido los que vuelven de un retiro espiritual.

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