jueves, 6 de marzo de 2008

EL ENIGMA DE FLANN O'BRIEN

Reseña de Juan Marqués en El Heraldo de Aragón de La boca pobre.

“Nací con muy poca edad”, declara Bonaparte Ó Cúnasa en uno de los primeros párrafos de su breve autobiografía, y entonces el lector ya sabe que está ante otra de las disparatadas (pero no absurdas) novelas de ese genial funcionario irlandés llamado Brian O’Nolan (1911-1966), que firmaba como “Flann O’Brien”. Es éste un nombre tan celebrado en el mundo anglosajón como poco conocido y publicado en España, por lo que Nórdica Libros ha demostrado buen instinto (y mejor gusto) al lanzarse a recuperar sus obras y hacer que muchos las estemos descubriendo con la sensación de que hacía tiempo que deberíamos haber llegado hasta ellas. Tras la insuperable El Tercer Policía (una novela que haría bien en leer todo aquel que saliese temblando de la Carretera perdida de David Lynch, que tanto le debe) y la imprevisible Crónica de Dalkey (hasta ahora inédita en castellano), aparece La boca pobre, la más breve de estas tres y también la de un humor más directo y transparente, a pesar de haber sido escrita en plena Segunda Guerra Mundial. Un humor menos sutil e inquietante que el de las otras dos novelas citadas, que fueron las últimas que escribió O’Brien.
Por lo que nos cuenta en el prólogo su traductor, el poeta y ensayista sevillano Antonio Rivero Taravillo (a quien ya debíamos versiones de Shakespeare, Marlowe, Keats, Tennyson o Pound), la intención del autor desde la primera frase es parodiar una serie de libros y testimonios que habían ido publicándose para lamentar las penurias que proverbialmente sufrían los pueblos gaélicos del oeste de Irlanda, víctimas del hambre, los temporales, el analfabetismo, la tendencia al alcohol y el desprecio del resto del país. Escrita en muy poco tiempo y publicada en gaélico en 1941 (la versión inglesa no llegaría hasta 1964), fue un éxito comercial y parece que los paisanos de O’Brien acertaron a leerla con amplio sentido del humor, ya que su caricatura lleva las cosas a un extremo que toca la crueldad (la extraña muerte de la mujer y el niño, por ejemplo) sin dejar de ser desternillante. El autor adopta y explota una serie de tópicos y “estribillos” de aquellas crónicas locales para montar una narración que tiene mucho de novela picaresca (parece que Ó Cúnasa, al cabo, escribe para intentar explicar por qué está en la cárcel, aportando una versión muy poco clara) sin carecer de elementos fantásticos y de terror ni de insólitos episodios de aventuras. La alimentación deficiente (constituida casi exclusivamente por patatas y, siempre que se puede, licor), la cohabitación con cerdos y la completa inactividad crean un escenario sobre el que se desarrollan situaciones y diálogos de un efecto cómico muy alto. Con un horizonte así para los personajes, cualquier suceso, por nimio que sea, es extraordinario, y O’Brien sabe inventar y acumular los más grotescos, consiguiendo sorprendernos en cada página.
Tal vez no sea ésta una novela tan hipnótica y fascinante como otras de su autor, pero tampoco es justo compararlas. La boca pobre es magistral en aquello que quiso ser. Tan satírica que escuece. Tan divertida que asusta.

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