jueves, 12 de junio de 2008

RESEÑA DE EL ZORRO ÁRTICO


Reseña de Pedro Telleria en Mugalari.

Ha sido más la curiosidad que mi nulo conocimiento de las letras islandesas lo que me ha llevado hasta El zorro ártico, una novela corta perfectamente escrita por Sjón, seudónimo de Sigurjón Birgir Sigurdsson, polifacético artista, también compositor, nacido en 1962 y que recibió en 2005 el Premio de la Literatura del Consejo Nórdico por esta obra. Escrita en primera persona y ambientada en la década de los ochenta del siglo XIX, cuenta la historia del pastor (religioso) Baldur Skuggason, un tipo cuya vida conocemos conforme avanza la narración. Explica su traductor, Enrique Bernárdez, que Sjón ha intercalado elementos populares
en su premiada obra, pero, tal como he dicho, no soy experto en la literatura de esa parte del mundo, por lo que me conformaré con
opinar sobre la novela desde los ojos de un lector colocado a unos tres mil kilómetros de distancia de su lugar de producción. Aconsejo leer este libro por, sobre todo, la rareza que entraña. No suele ser habitual ponerse en la piel de un cazador de zorros que avanza por los desolados paisajes islandeses en mitad de un temporal de nieve, ni mucho menos terminar de la mano de su protagonista envuelto en un alud que lo sepulta dentro de una cueva situada en el flanco de un glaciar. También es poco frecuente adentrarse en la vida de un poblado islandés, donde el oscurantismo religioso se anuda a la rareza de unos seres tan solitarios como Fridrik B. Fridjónsson, un licenciado en Ciencias Naturales por la Universidad de Copenhague que a la muerte de sus padres regresa a Brekka, la casa familiar. Podría seguir anotando cosas raras de esta novela, pero debo aludir a sus aciertos intrínsecamente literarios. Por un lado, sobresale su construcción, flash-back incluido, que descoloca al lector a la par que lo intriga sobre el pasado del pastor. Además, es notable la concisión del estilo narrativo de Sjón, que contrasta con el moroso detenimiento con el que a veces describe la indumentaria del cazador o ciertos episodios menores, como la taza de té que se toman Fridrik y el tonto Hálfdán, o la extravagante morfología de éste. Sin embargo, El zorro... no sobresale únicamente por su técnica literaria, sino también, y sobre todo, por los temas y problemas que plantea a través de sus personajes. En esa inclinación de Fridrik por los desvalidos, como el citado Hálfdán o Abba, la muchacha de la que se ocupó en el pasado, y verdadera bisagra narrativa de la historia, Sjón pone sobre el papel el eterno conflicto entre lo normal y lo anormal, entre la regla y la diferencia, entre las convenciones sociales y la auténtica filantropía. El lector confirma en las páginas finales la cruel elementalidad y el egoísmo de Baldur, anunciada en el primer capítulo durante la caza del zorro, y advierte cómo el azar o la justicia natural, que es como la poética y se confunde con ella, dan el trato que se merece al pastor. Concisa y pausada, rara y profunda, El zorro... termina con un giro entre fantástico y poético que añade más rareza a la novela. ¿En qué he pensado cuando la leía? En que la literatura, por muy recóndito que sea para el lector el lugar donde se ha escrito, es universal si los temas que plantea nos alcanzan a todos. Que después la voz, la mirada o los recursos cambien, es prueba de su origen humano y no marciano, pero nada más.

2 comentarios:

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Este mes de febrero aparece en Literaturas.Com una nueva reseña sobre la novela. Un saludo.

Thomas dijo...

Acabo de leer el libro y me parece que tu reseña es muy buena.
Un saludo