jueves, 31 de enero de 2008

RESEÑA DE LAS FLORES DEL MAL

Reseña de Las flores del mal en La tormenta en un vaso por José Manuel de la Huerga

Los lectores de poesía en español están de enhorabuena. Una pequeña editorial, de las que identificamos como independientes, se ha echado al hombro la responsabilidad de celebrar la edición de uno de los libros de poemas más importantes de la historia de la literatura contemporánea, Las flores del mal de Charles Baudelaire. Y lo ha hecho con el rigor y el gusto que merece obra tan fundamental. Rigor en la selección de textos (56 poemas) y en su traducción —siempre tan complicada, siempre en el límite de la lengua, exigiendo al traductor tomar difíciles decisiones, y sacrificios—, y gusto en el proyecto de encomendarle a un artista contemporáneo, el belga Louis Joos, la lectura iconográfica del poemario.
Elogiemos cada parte como se merece, para luego fundir este elogio en el todo en que se termina convirtiendo esta joya de la edición. Los traductores de la obra han seleccionado los mejores poemas del jardín que plantó Charles Baudelaire. Flores desde luego raras y malas, perversas, en los márgenes de la moralidad de entonces y de ahora. Si no, díganme quién en su sano juicio de tipo bueno, comedido, biempensante, se atreve a terminar unos versos con la invocación: «¡Oh querido Belcebú, te adoro!». Los seleccionados son sobre todo poemas de mujeres exóticas, pelirrojas pobres de solemnidad que entre los agujeros de sus ropas de mendiga anuncian preciosos senos, blancuras inmaculadas, también negras zumbonas como serpientes, tipas que saldrían de los cuadros de otro amante de la carne lasciva como es Gauguin y sus nativas de los mares del Sur. Y cómo no, fantasías eróticas de primera intensidad, a fuego lento: si yo me volviera gato me encantaría acurrucarme a la sombra de los pechos estupendos de una mujer giganta... No me digan que no es provocador, divertido, y al mismo tiempo delicado, tierno y... acomplejado.
Porque ahí está el quid de la cuestión de la cabeza embotada del genio: en este mundo no se halla en el medio que le apetece. El poeta es como el albatros, ese rey de lo azul, que cuando cae en el barco de la cotidianeidad se deja zaherir por los tipos más broncos de la especie, no es de este mundo, es de lo alto. Pero cuando vuela allá arriba, tampoco se encuentra rematadamente bien. Nunca lo que hay, siempre lo inexistente: es la cosa de los poetas del XX, de los hipersensibles de nuestra época, y es Charles Baudelaire quien abre esa trocha en la inextricable selva de la comprensión de nuestros sentimientos, especialmente aquellos malsonantes que habíamos exiliado por pecaminosos. A esos, especialmente, abracémoslos como lo más auténticamente nuestro, nos dirá el poeta Baudelaire, que se debate entre lo sublime y lo terreste: «Soy el vampiro de mi corazón». Ah..., y los gatos, y los paisajes de un buen impresionista, y ese spleen del melancólico, que nos deja tirados, tumbados largas horas amasando nuestra abulia existencial, sabiendo que el mundo, a nuestro pesar, gira, sigue girando...
Excelente la traducción, certera, que permite intuir el ritmo del francés. Traducción sonora, fiel tanto al espíritu como al texto (compruébese, como hacen los exigentes, en la selección original en francés que aparece en las últimas páginas del volumen). Los traductores, con buen criterio, se han decantado por una traducción rítmica, a pesar de la rima. Baudelaire escribía con rima consonante, seguía el precepto, pero rompía por donde menos lo pensaban los lectores: por las ideas escandalosas que le llevaron a la censura de buena parte de sus textos (aquí aparecen editados algunos de los censurados. Qué bella la mujer que espera al poeta vestida sólo con las joyas que él le regaló...). Baudelaire, magnífico sonetista, rompe el esquema del soneto por el tema escogido: la mujer mala, el poeta maldito, la invocación al demonio y la esencia del alma escurrudiza, independiente, inasible como el gato de nuestro corazón... Mejor darle a las ideas el cauce que merecen frente a las exigencias de la rima, han decidido los traductores.
La edición es exquisita: en la elección de la tipografía, en el papel ahuesado, casi cartulina, el mejor soporte para las ilustraciones de tinta y guache. Y lo que es todavía más importante para rematar la obra como se merece: Louis Joos ha leído la poesía de Baudelaire con los ojos de un contemporáneo. Cómic impresionista, viñeta rápida, sugeridora, rojo y negro, contrastes y manchones: así somos, así leemos el mundo actual, y así lo leería Baudelaire, como leyó el de su tiempo. Que 150 años no son nada... El ilustrador lejos de acompañar los poemas de Baudelaire, dialoga con ellos contemporáneamente, y la confluencia de ambas artes crea una obra de arte que muy bien representa lo que de bello y perverso guardamos en nuestro almario, lo negro y lo aéreo, lo elevado y lo rastrero, nuestro manchón indefinido. Así somos, y ambos artistas, qué bien nos han retratado.
Por eso ni la poesía de Baudelaire pasará nunca y por eso esta edición en castellano, con ilustraciones tan acertadas, estoy seguro, está a la altura de las mejores que hayan celebrado la edición de Las flores del mal en todo el mundo. Sin duda, un libro que será recordado.

RESEÑA UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO


Reseña de Un héroe de nuestro tiempo en El Faro de Murcia

VUELVE PECHORIN

‘Un héroe de nuestro tiempo’ es uno de esos clásicos de la literatura que, como tal, atesora muchas de las claves necesarias para entender los sucesos que hoy en día determinan la realidad de una sociedad concreta, en este caso las irreductibles comunidades de las montañas del Cáucaso. Lérmontov confía a Pechorin, joven oficial del ejército ruso, la responsabilidad de poner en conocimiento del lector los aspectos que caracterizan a estas gentes y las razones por las que jamás se han sometido a ningún poder invasor. El orgullo, la voluntad y la fe de las tribus se contraponen a la decepción que atesora el alma del protagonista cuya derrota se vislumbra en un ansia de poder desmedida que choca contra la portentosa arrogancia de los pueblos sometidos. Pero no es esta evidencia menos importante que la esencia del relato, que muy bien se encargan Vladimir Nabokov y el propio Lérmontov de aclarar en sus respectivos prólogos, que radica en la descripción de una época y de la generación que la habitó. El escritor ruso parece ajustar cuentas con sus congéneres, presentado a un frío y malvado Pechorin que, sin embargo, conforme se avanza en la lectura de sus peripecias comprendemos que no es arbitrario el trazo que lo compone sino, más bien al contrario, obedece a una deliberada intención de Lérmontov de mostrar el tormento de la existencia romántica. E incluso la estructura narrativa de la obra –compuesta de cinco relatos dispuestos en un orden aleatorio que, sin embargo, la figura de Pechorin se encarga de ordenar– muestra ese laberíntico y enigmático aposento del espíritu romántico. Y aunque a priori pueda resultar ardua la lectura de esta excelente obra, basta con confiar en las buenas artes de Maxim Maxímich y del narrador anónimo –sin duda, el propio autor– para acompañarle en ese viaje por las montañas y los valles del Cáucaso en busca de una identidad, de una esencia que caracteriza toda una forma de ver la vida y una época. Merece la pena reconciliarse con la literatura de la mano de la magnífica edición de la obra de uno de los escritores fundamentales de todos los tiempos. Por Antonio J. Ubero

martes, 29 de enero de 2008

RESEÑA DE MEMORIAS PRIVADAS EN NORDESIA

Reseña de Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado en Nordesia, suplemento cultural del Diario de Ferrol

Una obra maestra del terror decimonónico


Dice el que fuera Premio Nobel de Literatura en 1947, André Gide, en el prólogo de una edición cien años posterior a la publicación de este libro –y que ahora recoge acertadamente Nórdica Libros– que no entiende cómo “Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado”, del escocés James Hogg, había pasado hasta entonces tan desapercibido a los ojos de buena parte de la comunidad literaria, pues, añade, “hace mucho que no me había sentido tan cautivado, tan voluptuosamente atormentado por un libro”. Efectivamente, hay elementos en la obra del llamado “pastor de Ettrick” –poeta fundamentalmente e íntimo amigo de Walter Scott, admirado por Byron – que hacen de estas “Memorias...” una novela imprescindible, por la multifocalidad –la misma historia contada desde tres puntos de vista, por el editor, por un observador y por el propio protagonista– por la intención del autor de que fuera tomada por un episodio real cuando no es sino ficción sobrenatural, en la línea del terror gótico, y por el tratamiento que hace de la figura del doble –la doble personalidad– , origen de una atmósfera inquietante
que linda, rebasa por momentos, en brillantez con otros ejemplares del género que corrieron mejor suerte “pública”, como muchas cosas de Poe y el “Dr. Jekyll y
Mr. Hyde” de Robert L. Stevenson. Hogg, que publicó la novela en 1824, sitúa la
trama a finales del XVII y comienzos del XVIII en Escocia, país que vive en pleno fervor “reformista” –religiosamente– y donde empiezan a surgir sectas que llevan sus principios a los extremos. Fruto de este fanatismo es el protagonista e hilo conductor de la trama, que con el paso de las páginas va exhibiendo un deterioro instigado por un “nuevo amigo” que lleva al límite los ya de por sí exagerados postulados de una doctrina reservada sólo para unos pocos: la “justificación por la gracia”, según la cual los elegidos por Dios no pueden pecar y los actos perversos que comentan no serán nunca castigados ni mal vistos por Él, sea cual sea su naturaleza–. Todo comienza con el matrimonio de uno de los terratenientes más poderosos del país y una mujer de procedencia urbana, más liberal él y profundamente fundamentalista ella. Esta contradicción conyugal se produce ya desde el primer momento, con el odio declarado de la mujer al hombre por su actitud arreligiosa. Estas diferencias llevan a la separación, eso sí, después de dar a luz a dos hijos, George y Robert; el primogénito vivirá y se educará con su padre y una amiga de éste; el hermano menor lo hará con su férrea madre y un sacerdote sectario. Los hermanos crecerán sabiendo que el otro existe pero sin verse jamás. Hasta que un día se encuentran y ahí comienza una relación tormentosa que acabará con la muerte por asesinato de George en un callejón de madrugada y la investigación que la compañera del padre de éste inicia para saber quién mató a su “hijastro”. En la segunda parte, la que está contada por Robert, se observa el lento pero irremediable declive moral que esa filosofía de la “salvación por la gracia” le va provocando y, a la vez, cautivando al lector por la infinitud de recursos psicológicos de que Hogg hace gala para mostrarlo. J.G.

viernes, 25 de enero de 2008

NOVEDAD ENERO

Nuevo título de la colección Otras Latitudes.

Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado
, publicada por primera vez en 1824, es una obra maestra que reúne los mejores ingredientes de la novela gótica, la intriga y el estudio de la mente de los personajes. Hogg concibió esta novela metafísica de manera que fuese tomada por una historia real, y llegó a incluirse a sí mismo como personaje secundario en esta caja de sorpresas narrativa.
Tal vez sea difícil encontrar una obra, si se exceptúa Los elixires del diablo, de E.T.A. Hoffmann, donde el tema del doble sea tratado con tanta intensidad como en esta obra clásica de la ficción sobrenatural. La composición de la novela es realmente moderna, pues aparece primero el relato del editor, un observador supuestamente objetivo, y después las memorias del protagonista, confesiones que son un ejemplo de estudio psicológico de un asesino.

«Que yo recuerde, hace mucho que no me había sentido tan cautivado, tan voluptuosamente atormentado por un libro.»
André Gide

martes, 15 de enero de 2008

LA HORA DE LA GRACIA

Artículo de Alejandro Gándara en su blog El escorpión sobre Isak Dinesen y El festín de Babette.

15 de enero.- No sé si algunos alcanzarán sus cinco minutos de fama, pero lo que a todos se nos da, si prestamos atención, es un momento de gracia, de plenitud, en el que los jirones y descosidos de esta vida se zurcen de pronto y nuestros dioses nos bendicen. Eso es lo que cuenta Isak Dinesen en 'El festín de Babette' (Nórdica Libros, traducción de Francisco Torres Oliver e ilustraciones de Noemí Villamuza), un cuento largo, límpido y terso, resplandeciente como la gracia misma.

Traspasados por distintos horrores, impotencias, engaños y equivocaciones, que han hecho de su vida un viaje apesadumbrado, los protagonistas de esta narración son rescatados y enaltecidos por un simple aunque perfecto banquete. Pero no es tanto la comida en sí, el excelente vino, como la concentración de cada uno en ese instante único, que se sabe será irrepetible. Puede que si a todos los instantes les prestáramos nuestra mejor atención, la tristeza y la desesperanza serían otra cosa, tal vez, nada.

La experiencia que cuenta Dinesen recuerda a aquella otra de C. S. Lewis: "El cielo resolverá nuestros problemas, pero no creo que lo haga a base de mostrarnos sutiles reconciliaciones entre todas nuestras ideas aparentemente contradictorias. No quedará piedra sobre piedra de ninguna de nuestras nociones. Nos daremos cuenta de que no existió nunca ningún problema. Y más de una vez tendremos aquella impresión que no logro describir más que como una risa sofocada en la oscuridad. La sensación de que una simplicidad apabullante y desintegradora es la verdadera respuesta".

Esa apabullante y desintegradora simplicidad no puede ser otra que la del instante mismo, arrebatado de las perversiones y tramas del tiempo, fijado por nuestra consciencia, atendido con toda nuestra alma.

"El hombre, amigos míos –dijo el general Loewenhielm-, es frágil y estúpido. Se nos ha dicho que la gracia hay que encontrarla en el universo. Pero en nuestra miopía y estupidez humanas, imaginamos que la gracia divina es limitada. Por esa razón temblamos… Temblamos antes de hacer nuestra elección en la vida; y después de haberla hecho, seguimos temblando por temor a haber elegido mal. Pero llega el momento en que se abren nuestros ojos, y vemos y comprendemos que la gracia es infinita. La gracia, amigos míos, no exige nada de nosotros, sino que la esperamos con confianza y la reconocemos con gratitud. La gracia, hermanos, no impone condiciones y no distingue a ninguno de nosotros en particular; la gracia nos acoge a todos en su pecho y proclama la amnistía general. ¡Mirad! Aquello que hemos elegido se nos da; y aquello que hemos rechazado se nos concede también y al mismo tiempo. Sí, aquello que rechazamos es derramado sobre nosotros en abundancia. ¡Pues se han abrazado la misericordia y la verdad, y la rectitud y la dicha se han besado mutuamente!".

lunes, 7 de enero de 2008

TU PRIMER CLÁSICO CON UN TOQUE DE COLOR


Carlos Pardo escribe acerca de la edición ilustrada de textos clásicos en el diario Público.

¿Cuál es la edad adecuada para descubrir los versos del
maldito Baudelaire, himnos a la carroña y los venenos? ¿Puede un niño salir indemne del infierno dantesco? ¿Comprende un adolescente el humor negro de Max Aub, o la atracción del mal de Conrad? Nunca es demasiado pronto para leer un libro, nos dicen varias apuestas editoriales empeñadas en desmentir los tópicos que asocian a los más jóvenes con la fobia a lo escrito. Hay varios antecedentes: la editorial valenciana Media Vaca reunió a más de 30 ilustradores para la edición de los Crímenes ejemplares de Max Aub. Antes había editado una preciosa edición de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna con dibujos de César Fernández Arias. Y Pelo de zanahoria, de Jules Renard, ilustrado por Gabriela Rubio o Los niños tontos,
de Ana María Matute, por Javier Olivares.

Lector de calidad

Truculencia, humor, viveza, los lectores primerizos quizá son los más apropiados para unas
obras, las de más calidad y menos tópicas, que ya mayores no tendremos tiempo de leer. La editorial Nórdica comenzó hace dos años un experimento: obras maestras nada convencionales, al margen del canon bienpensante, ilustradas por artistas afines al texto y con un perfil del lector de edad indeterminada. El primer título, Lenz, de George Büchner. Esta cumbre de la literatura alemana de todos los tiempos, escrita por un joven de veintipocos, se adelantó un siglo al expresionismo, a Kafka y a Robert Walser, y nos introdujo en la locura creativa del personaje, en una novela de aprendizaje al revés que acompaña, en esta edición, el ilustrador austríaco Alfred Hrdlicka.

El resto del catálogo sigue la apuesta: El festín de Babette, de Isak Dinessen, ilustrado por Noemí Villamuza. Sebald, con dibujos de Jan Peter Tripp; Bartleby el escribiente, con Javier Zabala o Las flores del mal, de Baudelaire... Quién mejor que un adolescente puede reconocerse en estas historias que esquivan cualquier cursilería.