jueves, 15 de mayo de 2008

MURAT, DE TOLSTÓI

Reseña de Jadzhi Murat en El escorpión, por Alejandro Gándara

De 'Jadzhi Murat', la novela de Lev Tolstói que, junto a 'El cupón
falso', publica ahora Nórdica Libros con traducción armoniosa de Víctor Gallego, Harold Bloom (el del canon) declaró que lo consideraba el mejor relato del mundo o al menos el mejor que él había leído (damos por supuesto que había leído más). Aspavientos aparte, es con toda seguridad una narración especial, más en sintonía con los cuentos del autor que con los novelones que le dieron su canónica fama. Es decir, hay un sombrío riesgo en la narración, que se articula de forma quebrada y huidiza para contarnos lo que en apariencia es la vida trágica, intrépida y lineal de un rebelde checheno de mediados del XIX, con su turbante y todo. Rebelde a los rusos, se entiende. Aunque también, y por circunstancias políticas, a los suyos. En fin, uno de esos destinos que se bifurcan a la altura del pecho. Tolstói se monta dos artefactos principales. El primero es un correlato de conciencia: un sujeto que se pasea por el campo en otro lugar y otro momento recuerda la
historia de Murat al contemplar la fuerza y la derrota en la naturaleza. Lo bello y poderoso se trunca igual que lo feo y lo débil, pero son muertes distintas, como distintas son la memoria que dejan. En cierto sentido, podría decirse que hay cosas que no mueren, porque el mundo las repite siempre. Esa persistencia es una forma de belleza, si no es la belleza misma. El segundo artefacto tiene que ver con lo quebrado. En vez de contar la vida del protagonista de cabo a rabo y tirando del hilo, el relato tiende a interrumpirse con
escenas y personajes laterales, incluso marginales, que además no se cierran. Se quedan por ahí, como la atmósfera de un pathos o como el aire helado de una mañana sangrienta, absurda y fatal. Ese aire que circula entre los seres mortales es un viejo viento anterior a todo, a nacimientos y muertes, y el relato, con sus excursos, obliga a que se escuche. La historia de los hechos, el dibujo de los personajes, los hitos de la acción podrían evocar 'Taras Bulba' (Gogol) o al héroe de Lérmontov, pero la composición se levanta por encima de los materiales y se desliza hacia una oscura génesis, hacia el misterio de esta caducidad nuestra. Y ahí nos abandona, asomados a un balconcito que cuelga sobre los abismos del cosmos.

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